viernes, 25 de noviembre de 2016

                                                  TIEMPOS   DUROS

En Vergara, comunidad del interior del Departamento de Treinta y Tres, que el 10 de marzo de 1903 había estrenado su categoría de “Pueblo”, corrían tiempos duros, cuando a lo largo y a lo ancho de todo el país, se extendía la Revolución de 1904.-
Francisca Polonia Fernández, en su ancianidad.-

Francisca Polonia Fernández, una negra vieja que rondaba los 80 años de edad, que había nacido esclava en el Impero del Brasil allá por 1824, que hablaba solo en portugués, tenía su rancho de paja y terrón, con el frente hacia la calle Carolino Vergara, a metros de donde ésta confluye con la calle Manuel Coronel.-
Ese rancho, con puertas y ventanas de lapacho, “cumbrera algo silleta” y piso de tierra de cupí, se levantaba en las estribaciones del barrio “La Cuchilla” y en un predio que le había sido regalado por su patrón: el estanciero José Pereira.-
Polonia, que había sido lavandera, tenía alrededor de 11 hijos, fruto de la unión que mantenía con el moreno Leoncio Pereira y ahora, vivía de lo que mes a mes, diligentemente, le acercaba el patrón. Cuidaba de la casa, hacía las tareas y reparaba a su compañero, que baldado por el reuma y los dolores, no servía para ir a la guerra.-
En otro rancho que ocupaba el mismo terreno, a pocos metros de distancia, vivía Manuel, el hijo de ambos. Tenía pareja estable con Simona Terán, una mestiza, que andando tiempos y paisajes, compartiría con creces la longevidad de su suegra.-
Vale decir que con la pareja de viejos, solo estaba la joven Josefa Sosa, quien luego formaría hogar con Teodoro Rodriguez y serían los padres del conocido personaje vergarense: “Tiburcio”. Muy recordado por nuestra generación de los año 60.-
Rondaba la pobreza, recrudecían los odios partidarios y había miedo entre los pocos vecinos que habían quedado en Vergara. Partidas de “Policías Vecinales” (que no eran más que vecinos comunes que cuidaban de las vidas y de los bienes de sus coterráneos), recorrían a caballo las oscuras, barrosas y solitarias calles del pueblo.-
Una noche de ésas, frente mismo al rancho de Polonia, por la calle Carolino Vergara, se escuchó el galopar de unos caballos. La negra vieja, se levantó y miró por la rendija de la puerta mientras la calle se alumbraba con un trozo de luna.-
Pudo divisar entonces, que una partida de hombres armados, echaban al suelo a otro que venía disparando y en el acto, lo inmovilizaban entre dos o tres.-
Leoncio y Josefa, dormían y solo ella, fue silenciosa testigo de lo que ocurrió.-
Escuchó los ruegos entrecortados y casi llorosos, del que había sido echado al suelo. Pero el mandamás de la partida, desoyó los pedidos y ordenó a uno de los seguidores, que a filo de facón acallara para siempre, la voz del prisionero.-
  Escuchó las risas y las palabrotas de los matones. Escuchó también, los ruidosos estertores, que se le escapaban al desdichado hombre……Vio que le arrancaron las botas y la ropa que llevaba puesta. Al caballo, lo despojaron del apero y sobre su lomo, cargaron el cuerpo exánime. Oyó que “el jefe” dijo con una mezcla de asco y soberbia en portugués: - Fiada puta…Fede a sangue real….Luego de repartirse las “garras”, las ropas y el par de botas del finado, se marcharon con rumbo desconocido, cargando su botín guerrero.-Jamás supo si aquellos hombres eran blancos o colorados. Ni quien era el muerto….Total, era la guerra. Y lo demás, muy poco o casi nada importaba.-
(Fuente: Escuchado a Santa Elena Fernández, por tradición oral de su bisabuela Polonia).-
Texto: Jorge Muniz.-
Vergara, 25 de noviembre del 2016.-


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