miércoles, 16 de noviembre de 2016

                                          

EL  RUGIDO  DEL “LEÓN BAYO”……

Sin dudas que la crónica más antigua que involucra esta región (zona de Vergara y margen derecha del arroyo Parao), la escribió el marino español Diego Estanislao de Alvear y Ponce de León, cuando en mayo de 1785, participó de la segunda demarcación de límites ( “Tratado de San Ildefonso”- 1777-) junto a otros como: Cabrer, Oyarbide, Varela Ulloa, Roscio, Das Chagas, etc. explorando en toda su extensión el curso sinuoso y apacible del arroyo “Parado”…..
En realidad, en el año 1750, el militar portugués Joâo Francisco Roscio, mientras realizaban la primera demarcación y daban cumplimiento al “Tratado de Madrid”, se había encontrado con una cinta festoneada de celeste. Que estaba rodeada de abundantes montes, cuyas aguas “quietas e insensibles”, le dieron la idea y el motivo para llamarlo arroyo “Parado”.-
Pudo comprobar que corría hacia el Este, que al parecer tenía otros afluentes y que rendía sus aguas en el Cebollatí…. Pero no lo recorrió.-
Treinta y cinco años después, Alvear y Ponce de León, acompañado por guías guaraníes, con abundantes víveres y no menos pertrechos, sacándole el cuerpo a los indios minuanes, a los malhechores que merodeaban la zona y a los yaguaratés y pumas que buscaban cobijo en la fronda, logró recorrer “El Parado” (así lo llamó el Coronel Roscio en primera instancia), desde la desembocadura en el río Cebollatí, hasta la Cuchilla de Arbolito (en el Departamento de Cerro Largo).- 
Hojeando la historia, es de suponer que varios más habrían cruzado el curso de agua por sus diferentes “picadas” (sin llegar a recorrerlo, como lo hizo Alvear). Y es así que en una ajustada síntesis, esos pasajes, podrían relacionarse con la siguiente cronología –tomada en líneas generales-: (1778) Los Peritos que mensuraron los campos de Bruno Muñoz; (1784) Sucesores y Peritos que midieron los campos antedichos tras la muerte de Muñoz ; (1798) José Ramirez Pérez ; (1799) Félix de Azara- quien apuntó en su derrotero “Arroyo Pardo”- acompañado del Capitán de Blandengues José Artigas, del Comandante Joaquín de Paz y del Teniente Félix Aguirre); (1802) Geógrafo José María Cabrer ; (1811 a 1863) Fuerzas orientales, fuerzas portuguesas (entre ellas el Capitán Bento Gonçalves da Silva) y fuerzas argentinas, indistintamente; (1820) Malhechores del portugués “Juca Tigre” (que no era el mismo que participó en la Revolución Federalista de 1893 en el Brasil); (1866) La primer diligencia y las primeras carretas tiradas por bueyes; (1870) Fuerzas blancas del General Timoteo Aparicio; (1871) Edward Thomas Mulhall, irlandés de nacimiento, periodista y criador de ovejas, radicado en la Argentina; (1877) Monseñor Jacinto Vera, hacia y desde Villa de Artigas (hoy, ciudad de Río Branco- en el Departamento de Cerro Largo); (1880) Coronel Lorenzo Latorre; (1894) El Coronel Bernardo G. Berro a cargo de la “Policía Volante” que cuidaba las zonas del “Rincón de Ramírez” y de la hoy, localidad de Vergara; (1897) Blancos y Colorados que participaban en la Revolución; (1904) El ejército blanco del General Aparicio Saravia, que estuvo acampado donde hoy es la estancia de Chaves Crizul (dirección Noreste- a un kilómetro de Vergara-), luego atravesaron el “Leoncho” y se fueron hacia Tupambaé ……
Es lógico pensar también, que los aborígenes trashumantes que en una época poblaron la región, lo cruzaron muchas veces, buscando alimentos y nuevos asentamientos para sus tribus.-
Pero más allá de todo eso, dejando a un lado el curso fluvial que ocupa mis apuntes y situándome en la década de 1880, cuando los campos donde se levanta la ciudad de Vergara, ya eran propiedad del brasileño fundador y por el Paso Real, cruzaban carretas, gente a caballo y algún carruaje, hacia y desde la Villa de Artigas, es de inferir que en los montes aledaños aun quedaban ejemplares de “tigres americanos” (yaguaretés) y “leones bayos” (pumas serranos), azotes implacables del ganado de la región.-
Ya habían terminado con los perros cimarrones, en la “Cañada de los Concejos” (Rincón de Ramirez) y de eso da cuenta fehaciente la crónica del diario “La Constitución” fechada un 2 de julio de 1852.- 
Y a pesar de que en 1785, Alvear y Ponce de León, dejó constancia escrita de varios encuentros con “leones bayos”, durante su travesía exploratoria, no existen datos certeros de la extinción de los mismos, más allá de que alboreando el siglo XX habría sido muerto en esta zona, el último tigre americano (yaguareté), en un costado del arroyo Sarandí Grande – Rincón de Ramírez- (Departamento de Treinta y Tres).-
En los inicios de la década de 1880, Manuel Germán Cuello, un brasileño nacido en Río Grande del Sur en 1853, junto a su esposa, María Virginia Das Neves, también brasileña y nacida en la misma región, un 16 de agosto de 1860, se establecieron en la zona de “Cañada de la Manguera” (distante de Vergara unos cinco kilómetros en dirección al Sudeste, pasando por el camino de la necrópolis local que va hacia la “Cañada Grande”), como empleados de campo del fundador “Yuca” Vergara (también brasileño).-
La tradición familiar contaba que Virginia, acompañada de sus criadas y del propio Germán Cuello, quien conducía la carreta con bueyes que les servía de transporte, venía a la zona del Paso Real del Parao, a lavar atados de ropas, en el agua apacible y cristalina.-
Pasaban casi que todo el día en esos menesteres y para llegar al arroyo, atravesaban toda una zona de bañados, que cubría gran parte de la superficie donde hoy se yergue altiva y persistente, la ciudad de Vergara.-
Una mañana de la década de 1880, con cielo azul y sol generoso, Virginia y sus criadas lavaban y “palmeteaban” ropa en el lecho insensible del Parao. En determinado momento, escucharon un poderoso rugido que provenía desde la fronda opuesta y no tuvieron dudas de que un felino de gran porte, estaba acechando desde la maleza.- 
De prisa se refugiaron al costado de la carreta, mientras que Germán aprontaba su arma por si era necesario…
Transcurridos unos minutos en que parecía que hasta el propio monte había silenciado sus más imperceptibles ruidos, vieron con ojos azorados que un puma serrano (el “león bayo” de los apuntes de Alvear), atravesó un trozo de campo que separaba la fronda y lentamente, volvió a introducirse en la misma, como sorbido por su propia leyenda.-
Aquello duró unos minutos o quizás unos segundos, nomás. Pero bastó ese lapso, para que aquel felino, amarillento y sutil, quedara inserto en las retinas de quienes ocasionalmente lo estaban observando.-
Virginia Das Neves de Cuello, partió físicamente un 23 de julio de 1953, cuando ya tenía 92 años de edad y hacía tiempo ya que residía en Vergara.-
Su narración del hecho antes descrito, fue guardado para siempre en la memoria familiar.-
Lo contó mi abuela materna María Rosa Faliveni Dávila, en una tarde de otoño de la década de 1970.-
Los sucedidos del pago viejo desandaban el sendero del tiempo. Jugaban un instante con el viento insistente y luego se perdían en el infinito, como las hojas amarillas de los árboles.-
Sin embargo, nunca más me olvidé de esa historia tan particular….

Texto: Jorge Carlos Muniz Cuello.-

Vergara, 16 de noviembre del 2016.-

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