martes, 22 de noviembre de 2016


                                       




EL  TESTAMENTO  DE  DOÑA  ETELVINA ....

Hay historias pequeñas, gestadas en las tierras fermentales de los pagos chicos del interior del país, que por su propia razón de ser y por el aderezo elemental que le ponen quienes las cuentan, parece que jamás dejaran de suceder en los sinuosos laberintos del pensamiento.-
Incluso por su propia conformación, icono vibrante de generaciones que ya no existen, muchas veces se asemejan a otras vidas que dejaron sus huellas más que marcadas.-
Tal, fue el caso de esta doña que allá por los inicios de la década de 1930, vivía en el paraje "San Francisco" (en la Segunda Sección de Treinta y Tres). Y quien me contó el hecho, que fue el desaparecido vecino vergarense Bairo Machado Larrosa, nonagenario ya, no recordaba el nombre de esta mujer.-
Sin más trámites que hacer, para poder contar el hecho y en ese caso cuidar de que la débil y parpadeante llamita no se apagara, tuve que idear un nombre para esa anciana casi anónima....Y entonces, me dio por llamarla : ETELVINA.... DOÑA ETELVINA...
Fruto de una generación pasada. Que ya no están sobre este valle de lágrimas, pero que la letra persistente la ha salvado de morir !!!
El día 10 de diciembre de 1771, nacía en Montevideo, Dámaso Antonio Larrañaga.-
Hijo de don Manuel Larrañaga, un vasco que fue cabildante en los inicios de San Felipe y Santiago, este hombre, que luego sería sacerdote y un pilar básico de la identidad nacional, fue además: naturalista, antropólogo, astrónomo, filósofo, biólogo y uno de los principales artífices en la creación de la Biblioteca Nacional.-
En 1804, era Teniente Cura de la Matriz y cuando las invasiones inglesas en 1806, participó junto a Santiago de Liniers y Bremond, en la reconquista de Buenos Aires.-
Formó además, un rico herbario de plantas indígenas. Sugirió entre otras cosas que el asma, podía ser aliviado con dos o tres tazas del mejor café (sin leche y sin azúcar) y en un viaje que realizó a Francia, entre 16 variedades de árboles que trajo, hizo conocer la acacia y la mimosa que eran especies totalmente desconocidas, en el Uruguay.-
Escribió crónicas de viajes y no conforme con todo eso, se dedicó a criar gusanos de seda, mandando fabricar una bolsita para guardar dinero, la cual le fuera obsequiada al General Fructuoso Rivera.-
Estudios recientes, lo dan como afiliado a la Masonería en el Uruguay.-
Murió ciego, el día 6 de febrero de 1848 a causa de un accidente vascular encefálico y cuando el Uruguay se derramaba en sangre de hermanos, bajo el acero incisivo de la Guerra Grande.-
Debido a su magna obra, a su vasta e inobjetable trayectoria pública y científica, fue homenajeado por el Gobierno del Cerrito y también, por el Gobierno de la Defensa.-
Pero
lo llamativo del caso y esto es lo que da lugar a la trama sutil de este relato, es que por voluntad propia, bajó a la tumba calzando unas medias de seda, fabricadas con materia prima de su criadero.-

Eran otros tiempos, otras creencias y otras costumbres ya perimidas, pero que a veces es muy lindo rescatarlas para conocimiento de las nuevas generaciones.-
Más allá de las medias de seda, que se llevó el Presbítero Larrañaga a la tumba, hubieron personalidades como el Rey Pedro II, sin buscar más lejos, que fue sepultado con el uniforme de Mariscal del Ejército y debajo de su cabeza un libro cerrado, para dar la idea "que hasta después de muerto, reposaba sobre el pensamiento escrito".....
En la campaña oriental, de la década de 1930, se les velaba sobre una mesa de madera, se les vestía con las mejores ropas, se le rasuraba (si era un hombre), se les perfumaba indistintamente y si era una dama, hasta la cartera, se le ponía en el interior del féretro.-
"Las polonesas", no escapaban a estos recuerdos y eran un producto de esa época.-
Constituían un tipo de botitas, de un cuero especial, marrón, negro o como las que se aprecian en la foto, que se abrochaban y que las usaban indistintamente, tanto hombres como mujeres, desde niños hasta adultos.-
Eran un calzado de lujo. Y la gente de la campaña, se las ponía para sacarse fotos o para asistir a fiestas o velorios, donde la importancia del acto en cuestión, así lo requería.-
Y aquí en este caso, Doña Etelvina, que ya pisaba "a los empujones" los ochenta años de edad, no podía bajo ningún concepto darse el lujo del Padre Larrañaga, porque lógicamente no tenía los fondos necesarios.-
Quizás una tarde de esas, cuando el sol comenzaba su viaje inexorable hacia el poniente y ella, mate en mano, cabellos blancos y con el rostro surcado de arrugas formadas por sacrificios y miserias anteriores, comentó para alguien acerca del tema del viaje sin retorno:- Gué yo ya le dije pa mis vecinos, porque parientes ni tengo aquí en la guelta....Qué lo único que viá querer el día que me muera, es que me calcen con "las polonesas" qui haci años las tengo...Y que si el viaje pa arriba es medio largón, que me tiren pa dentro ´el cajón, un kilo y medio e dulce de membrillo...Pero no comprao en cualquier boliche d´esos de por áhi…No señor! …Solo del que trái pal boliche y consumo e´la familia, don Anacleto Machao!!!....

(Recopilación hecha desde Internet; del libro "Boulevard Sarandí" de Milton Schinca y de una versión oral escuchada a Bairo Machado Larrosa).-

Texto: Jorge Muniz.-
Vergara, 22 de noviembre del 2016.-

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