domingo, 27 de noviembre de 2016

“EL CABALLERIZO  DE  LOS  TREINTA  Y  TRES “

En Vergara (pueblo del interior del Departamento de Treinta y Tres), ubicado en la margen derecha del Arroyo Parao, se vivían los inicios de la década de 1970.-
Poco tiempo atrás, había llegado al seno de la comunidad aludida, el cura alemán José Bader, para hacerse cargo de la Parroquia del Santísimo Sacramento.-
Era joven. Tenía el cabello de color castaño, el cuerpo robusto, los ojos claros y la mirada inteligente. Tenía muchos sueños arrebujados en el corazón, que luego les daría formas y terminaciones, como las obras de albañilería, que el mismo las levantaba.-
Bien pronto, dotaría a la vieja Parroquia de Vergara, de una llamativa estructura interior. A la vez que, sutilmente, se iba mezclando entre los diferentes extractos de la sociedad. Y desde allí, generando respeto, identidad propia y el afán insuperable de trabajo, lograría captar a los más jóvenes, despertando en ellos una entrañable admiración.-
Construyó cimientos sólidos.-
Se preocupó de llevar la palabra de los Santos Evangelios a toda la zona urbana y rural, viajando en una moto de las antiguas, mientras ejercía su apostolado. Confortó a varios ancianos que se les hacía difícil viajar a la Parroquia de Vergara. Bautizó niños, casó parejas y ayudó a muchos a morir con dignidad, entre la creciente pobreza de los ranchos de campaña.-
Una tarde de domingo, cuando el mes de octubre fluctuaba en luces y colores sobre la comarca vergarense, lo acompañamos para dar misa en lo del “Negro Viejo” Hilario Rodriguez.-
Rancho de terrón y paja, con el clásico escusado en el fondo del predio. Puertas y ventanas ciegas, de madera de lapacho. Ubicado de Sur a Norte, en la parte más alta, del barrio “La Cuchilla”.-
Al frente, entre la tierra reseca del verano y el barro y la greda de los inviernos castigadores, estaba la calle Francisco Tajes. Haciendo esquina con ésta, afectada por los mismos fenómenos estructurales y geográficos, próxima al lateral derecho del rancho, se deslizaba la calle Isidro Tellechea.-
Mientras que atrás del inmueble, un patio de tierra apisonada, con el lomo lustroso por los barridos de las escobas de chilcas, esperaba los pasos displicentes de los ocasionales visitantes. En la parte interior del perímetro, que no era muy grande, se mantenían en pie algunos árboles de transparentes, un ceibo, una higuera y un manojo de cañas de tacuaras. Mientras que un higuerón, insensible al paso de los años, colgaba desde sus ramas, el canto fresco y azulado de los pájaros.-
Por uno de los costados del techo del rancho, cerca del “mojinete” posterior, asomaba una chimenea de acero fundido, con el clásico “sombrerito” en el extremo superior. Es que la cocina a leña, casi siempre estaba encendida. Y la gente previsora de la época, se daban maña e ingenio, para que los vientos reinantes, no hicieran retroceder el humo.-
Adentro, el piso de tierra de “cupí” untado por una salmuera floja, franqueaba el paso con sus muebles rudimentarios y sus almanaques, colgados de la pared. Más allá, algunas fotos amarillentas, encima de una mesa y tres piezas (comedor y cuartos de dormir), separadas con maderas de ripias.-
En uno de esos cuartos, sobre una cama de fierro de plaza y media, con colchón relleno de lana y cosido a mano, estaba tendido el dueño de casa.-
Tullido estaba, a causa de una fractura de cadera, que apenas le permitía sentarse lentamente…..
Envuelto en uno de los tirantes de laurel negro, y pendiendo sobre la cama del moreno viejo, convergían los dos extremos de un “sobeo” retorcido, que servía para que el anciano se asiera a él, cada vez que necesitara cambiar de posición.-
Lo acompañaban, un hijo con mujer y una hija soltera,  todos ellos en edad madura.-
Luego de oficiarse la misa, con los ocasionales visitantes y una provechosa reunión de vecinos y vecinas del barrio, cuatro o cinco de los asistentes seguidos de Wilson Fernández, pasamos al dormitorio para saludar y cambiar unas palabras, con el dueño de casa.-
Oriundo de Cerro Largo, con más de 80 años de edad en sus espaldas, el viejo aun conservaba intacta la “chispa” criolla, una memoria envidiable y unas ganas de hablar  “que hacía tiempo que las tenía bien guardadas”…..
En 1904, había sido carrero del Parque Revolucionario del General Aparicio Saravia.-
Y después, cuando las lanzas ya se habían trocado en tacuaras, siguió en el mismo oficio, meta silbo, paisajes y caminos, detrás de cuatro yuntas de bueyes….
Cuando por fin largó la carreta, se casó y estuvo varios años de capataz de Floro Alves, en la estancia “La Trinidad”. Pero después, con los primeros amagues del reumatismo, un disgusto con el patrón y los hijos en edad escolar, definitivamente se vino para Vergara.-
Habían cambiado los tiempos.  Y para seguir subsistiendo, cambió la carreta por un carro de cuatro ruedas, que tenía “martinica”, “lanza” y cinco caballos que tiraban parejo…..
Con ese carro, fleteó durante mucho tiempo más. Hasta que se jubiló, cobró la pensión de “Servidores de la Patria” y perdió físicamente, a su mujer.-
Sin embargo, su maleta de gaucho, acostumbrada a recorrer leguas y más leguas de caminos, se cargó de cuentos, de leyendas,  y de “sucedidos” del campo.-
- Miren les viá decí una cosa…..Soy negro por juera y blanco por dentro….Sí señor!!..Y entuavía el gobierno me paga porque pelié en la guerra…jui..jui..jui..(Se reía y mostraba los dientes blancos, tan blancos, como su ideal partidario)…..Gué y yo era solo un carrero nomás, del Parque del finao Aparicio…jui..jui..jui…
Aura, les viá decí una cosa ( y ponía cara de serio)…Si había que atajar la gata y dentrar en combate, ah yo iba….Ah iba sí!…Manotiaba la lanza y ya me les entreveraba…Ah sí!!... Por ái ustedes van a decir que soy alabancioso y créido….Soy negro como les dije, pero no mentiroso…Y miren que no soy jodido tampoco…jui..jui..jui..
Van a decí que es mentira….Pero, saben una cosa…Que yo hasta juí de los 33 orientales!...Sí señor!!...Así como loyen!!
- Pero don Hilario…De los “33” que desembarcaron con Lavalleja?
- Gué y desos mismos!...Que cruzamos de la Argentina y desembarcamos en una arenal al lao de un río….”La Graciada”…o algo así?...
- Sí, justamente la playa de la Agraciada, en el Departamento de Soriano….
- Ah ¡Vieron que no toy mintiendo… Vieron como la traiba por el rumbo….Mi acuerdo que teníamos l´agua atrás y enfrente un monte machazo….Los caporales nos decían:- Abran las vistas carajo, que los brasileros tán ái nomás! Y no saquen las manos de arriba e las chuzas...Y saben que hasta les sentíamos la gritería d´ellos en el monte….Pareciera pa mi ver, que taban de chupe y guitarriada en la guelta de un fogón!  Sí señor!....Con decirles que hasta  se véia el humo caracoleando pa arriba….
- Don Hilario...Y entonces, usted por qué no salió en el cuadro que pintó Blanes?- preguntamos casi que a coro….
El moreno viejo, hizo una mueca con la boca, pensó un poco y se despachó: - Gué, y como iba salir mijo…Si cuando el viejo yegó a sacar la foto, a mi me mandaron pal monte a cuidar la caballada ..Si no!!....Li aseguro que yo tamién bía sido libertador!!....

Texto: Jorge Muniz.-
Vergara, 27 de noviembre del 2016.-

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